lunes, 8 de diciembre de 2014

...Si volvemos a encontrarnos.

Si volvemos a encontrarnos no digas nada, sólo sonríe y calla. Haz como si no hubiese pasado nada, finge que no nos rompimos en mil pedazos, haz como si no hubiésemos perdido la razón y los papeles.
Que tus labios sellen lo que tu garganta manifiesta en silencio, que tu voz no comience una revolución y que tu mirada, ahora plagada de goteras, no monte un piquete. Muerdete la lengua, se fuerte, no muestres lo que nos echamos en falta, que la suerte ya no nos acompaña.
Tantos sueños rotos, tantas dudas resueltas al final de una botella, respuestas sin hallar en la última calada, soluciones en el bar de la avenida, donde, le cantábamos a la luna y maldecíamos al sol por jodernos la noche.
Que vueltas pega la vida, ¿verdad? Ahora escuchas noticias de mi sin querer, y prestas atención para saber como me va. Yo escucho las tuyas queriendo, sin embargo las ignoro, supongo que es más fácil no afrontar la verdad, que eres imposible de olvidar, que todo lo que viene se va, o no, a aveces se queda dentro, muy dentro, tranquilo, durmiendo, aferrándose en el insomnio. En ocasiones se despierta haciendo ruido, demasiado ruido, provocando un terremoto, empañando tu pupila y encharcando tus ojos. La que más duele es cuando simplemente te hace sonreír, como si fueses gilipollas.
¿Y tú? ¿Cómo estás mientras que yo estoy bajo mínimos?
Me suelen decir que vas de boca en boca, rompiendo copas, buscando algún beso de alquiler a buen precio, que mientras te caes en unos brazos, ya piensas con qué chica de mala muerte la engañarás, pero, no te sirve, dicen que te sientes vacío, claro, tantas idas y venidas de acercamientos no puede traer nada bueno.
Yo, que más sencilla, o quizás ingenua soy, sólo me limito a pensar que estás bien, que no piensas en ello. Supongo que se vive mejor en la ignorancia...

... Si volvemos a encontrarnos no me mires, no juntes mis piezas, no trates de resolver este rompecabezas, esta ecuación no tiene ninguna solución.


martes, 2 de diciembre de 2014

¡Qué tarde llegas, poesía!

Ya es tarde para soñar despierto,
para perder la noción del tiempo,
para bailarle a las farolas,
abrigarte con las olas.

¡Basta ya de tanta hipocresía!
De pesados candados de utopía,
de tantas promesas de noche y día.

Ya es tarde para ir de copa en copa,
que la bomba al final te explota.
La noria se ha oxidado,
el reloj al final se ha parado.

¿Dónde te crees que vas?
Ya no es tiempo para un último vals,
mis pies ya se cansaron de tropezar.


... Ya es tarde, tarde... Muy tarde.



domingo, 16 de noviembre de 2014

Saltar no es para cobardes.

Y allí te encuentras al borde del precipicio, miras abajo, suspiras, aprietas los puños y dientes, cierras los ojos con fuerza; 1, 2, 3... Y saltas.
El grito que sale de tu garganta atraviesa todos los continentes, llegando a los oídos de aquellas personas que te dijeron que no lo hicieras, que era arriesgado, que te pegarías la hostia, que besarle sería saltar al vacío.
Que les jodan.
A veces hay que caminar sin mirar por donde vas, pisar todas y cada una de las malas caras que te echan cuando lo haces, gritar a los cuatro vientos que puedes con todo y dejar que el viento te quite los problemas que se enredan en tu pelo.
Sacarle la lengua a la muerte, romper los espejos, bailar con la mala suerte a las tres de la mañana, reír sin motivo y llorar por placer.
Evitar la casilla del "no" y tachar la de "¿Por qué no?". Saltar a la piscina aun sabiendo que está vacía, buscar algo con lo que chocar, y no siempre tiene que ser un muro, si no alguien, que te haga disfrutar de cada minuto, de cada segundo a su lado. Que su nombre no sea utopía, que sus palabras no se las lleve el aire, pero que no sufran de ataduras.
Que la vida se mide en momentos, momentos que te marcan y te definen, que tus decisiones son tuyas, ya sean buenas o malas, tuyas. Y al final es lo único que recordarán, que fuiste capaz, que nadie tuvo cojones a interponerse en tu camino.
¿Y si te equivocas qué?
 Los errores son atajos inciertos hacia la felicidad, y, amigos, los caminos cortos son sólo para valientes.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Delirios de un pájaro enjaulado.

Descalza andaba por los vidrios rotos de la melancolía, sangraba recuerdos sus pequeños pies y lloraban errores sus atemorizados ojos, sin más abrigo que una medias negras rajadas y una camisa remendada. Los labios secos de tanto callar, los huesos quebrados por falta de esperanza y la cabeza hueca de soñar; sólo se atrevía a acariciarla el viento.
Miraba a la Luna buscando una respuesta y alargaba los brazos intentando abrazar la noche pero, pronto chocaba contra la ventana, arañaba los cristales...Caía y volvía a caer haciendo del fondo la parte superior.
Reflejada en el espejo, veía como su rostro se desmoronaba, apareciendo uno totalmente distinto, contradictorio y gris como el invierno sin ti.
Con sus delgadas y frías manos se presionaba el pecho intentando así reconstruir su corazón, juntar las piezas desperdigadas, como si de un puzzle se tratara.
Las numerosas pecas que bañaban sus mejillas era la única señal de inocencia que aún perduraba en ella.
La noche era su aliada y el amanecer el castigo que anunciaba la vuelta a casa.
Bañada en alcohol y perfumada en el humo de algunos de los cigarrillos que la consumían poco a poco, contaba los días para escapar, sin mirar por nadie, sin remordimientos ni preocupaciones; dejando atrás los besos de alquiler y los abrazos a despecho, las sonrisas prohibidas y las miradas utópicas.
¿Sería esto algo normal? O por lo contrario...
¿Serían estos los delirios de un pájaro enjaulado?

Eso nunca lo sabrás, eso nunca lo sabremos...

lunes, 13 de octubre de 2014

Ella.

-Ella, frágil como el cristal, fuerte como el acero,
 tan fría que quema.
 Ella, un río oscuro de agua clara,
 un huracán que se revoluciona por dentro.
 Ella, tan callada que no otorga,
 camina perdida en una dirección.
 Ella, ojos claros, mirada oscura,
 labios rojos, besos grises,
 corazón en obras, alma en ruinas.
 Ella, heridas por dentro, cicatrices por fuera,
 tan viva por fuera, como muerta por dentro.
 Ella...
 Tan tú, como yo.

sábado, 30 de agosto de 2014

Sobran las palabras.

Sus yemas recorrían mi espalda conectando así los lunares hasta que, sus dedos se entrelazaron en mi cabello. Nuestras miradas reflejadas, viéndonos el alma.
Los centímetros que nos separaban se fueron desvaneciendo, y ya eran milímetros el hueco que había entre nuestros labios, notaba el latir de su corazón contra mi pecho, si no fuera por eso nunca creería que fuese real... Contuve la respiración por unos segundos, lo miré y el cerró los ojos, sabía que es lo que buscaba pero, besarle sería mi perdición, me había costado tanto apartarlo de mi camino...
Se dirigió a mi oído:
- Te echaba tanto de menos, tu melena oscura, tu carmín rojo, tus ojos fríos, los hoyuelos que forman tu sonrisa, lo necesitaba... Te necesitaba -Dijo entre susurros.-
Dirigí mi dedo hacía su boca, parando en seco sus palabras:
-Shh... A este momento no le hacen falta motivos ni razones. -Dije con voz suave.-
Al momento me perdí en el huracán de su boca.






domingo, 27 de julio de 2014

Volar, correr y huir.

Cerré los ojos, una brisa leve pero constante me acariciaba, haciendo conducir un rápido escalofrío por todo mi cuerpo, eso me hizo abrir los ojos y alzar la vista al frente. Las amapolas del campo de en frente se movían al compás del viento, y la tierra del camino del fondo dibujaba pequeños remolinos. Giré la cabeza a la izquierda, negando así la vista hacia la ciudad y pude ver como los últimos pájaros alzaban el vuelo.
-¡Que bello sería ser pájaro!, pensé-
Volar de un lado a otro, sin preocupación, sin barreras; sólo viajar y viajar.
Con los últimos rayos de Sol, me tumbé por completo en la gran roca, sólo necesitaba un poco de silencio, un descanso de mi rutina, escaparme y que nadie se percatara de mi ausencia.
Sentí un fuerte impulso que me hizo ponerme en pié, mirando al horizonte, eché a correr atravesando el extenso campo, acariciando las rojas amapolas con las yemas de mis manos, insatisfecha seguí y seguí corriendo, sin rumbo, sin destino, sin causa ni explicación, hasta que mis pies dijeran basta.
No sé por qué hice aquello, supongo que necesitaba huir... Huir de ti.


viernes, 11 de julio de 2014

En el último segundo.

Ella era fría como el hielo, distante a los demás, directa y a veces se arrepentía de ello.
Era esa tipo de chica que, no se anda con segundas cuando te tiene que decir algo, y esa que está rota por dentro.
Cada noche andaba por aquella calle sin salida, recorriendo las ruinas del pasado, mal diciendo cada segundo que no estuvo a su lado. De charco en charco, con sus desgastadas botas vagaba sin más rumbo que la vieja parada de autobús donde, con una piedra rayaba los días que llevaba sin verle... Ya eran 72. Arrastrando los pies volvía a casa, mirando las estrellas, preguntándose si estaría en alguna de ellas; pues la soledad había abusado de ella.
Cerca de su casa se hallaba un callejón, se sentaba en un rincón donde la tenue luz de la farola no intervenía y, comenzaba a llorar. Ahí se desahogaba, donde nadie la veía pues, no le gustaba mostrarse frágil a los demás. Quería aparentar que era de piedra pero, en realidad era frágil como las alas de una mariposa. Entraba en su edificio y subía a la azotea para ver amanecer, otro día más sin verle. Harta de buscar y no encontrar, esa mañana se dio por vencida, no merecía la pena.
Hecha añicos, un día, conoció a esa persona que te pone tu rutina patas arriba, que te descoloca y te hace olvidar las penas, que ríe tus alegrías y que sabes que tienes que hacer todo lo posible para que permanezca a tu lado. Le hizo dejar atrás aquella nefasta historia de amor pese a esto, ella intentaba con todas sus fuerzas ser igual de fría que con los demás pero, era imposible, sabía de sobra que con el leve roce de sus manos podía hacer que se derritiera. Ese mismo día, al atardecer, regresó a la parada de autobús y, con la piedra dibujó una cruz al final de la fila de números, la cual significaba que la espera debía concluir, no podía seguir así, que ese barco zarpó hace tiempo sin billete de vuelta.
Y entonces comprendió que por mucho que quieras a alguien hay que dejarlo ir, aprender a mirar hacia delante, sin miedo a lo que pueda pasar...
Que hay que vivir en el último segundo, pues ahí es donde conoces a las mejores personas.



miércoles, 2 de julio de 2014

Miel, humo y vainilla.

- Me crucé con ella otra vez, en el mismo lugar, ala misma hora, otro miércoles más.
Sentada en el andén esperando el próximo tren, viéndose reflejada en un pequeño charco, ya casi inexistente, nacido de las repetidas lluvias de abril.
Llevaba unos vaqueros rasgados, las zapatillas medio desatadas y la chupa de cuero; de la cual sobresalía un paquete de tabaco. A juzgar por sus ojeras no había tenido una buena noche, pero aquellos rasgos se hacían ignorar por sus ojos color miel, los cuales no resultaba fácil olvidar. Sacó un cigarrillo y, posan dolo en los labios lo encendió, dejando así la marca de su carmín rojo en la boquilla. Se puso los auriculares, como no, me resultaba entrañable ver como, con el dedo anular marcaba el pulso de la canción contra su pierna derecha. De pronto paró y su mirada se perdió en las vías del tren, pues era el turno de aquella canción, esa que nos despierta miles de emociones, esa que tenemos todos, la que nos hace recordar, aquella que nos llega a lo más hondo y sale con la fuerza de un huracán...
En ese instante vi como una lágrima caía, acompañada de lo que parecía un intento de sonrisa. Fui dispuesto a recogerla a toda prisa, no quería que tocase el sucio suelo. Cuando me acerqué a ella le toqué el hombro, al girarse me clavó sus pupilas en las mías y desapareció. Se fue como si no existiera, como si nunca hubiera estado allí.
Sólo dejó en su memoria un olor a humo y vainilla.

¿Habría sido todo aquello una burda fantasía?

viernes, 20 de junio de 2014

Carta suicida.

Acurrucada Carla en su habitación, acercándose las rodillas al pecho, lo volvió a hacer. Apretando una almohada con su mano izquierda para soportar el dolor, se cortó. Pensaba que era una forma de controlar los conflictos, pero sólo conseguía perder las riendas de su vida. Cada corte era un problema, y cada gota de sangre un motivo más para volver a repetir aquella escena. Las bandanas ya no conseguían tapar las heridas.
Recuerdo que todo empezó por las muñecas, para probar; al notar que era una sencilla forma de huir continuó con las piernas, y de ahí siguió hasta su vientre.
Se acariciaba las cicatrices, mientras veía la vida pasar entre analgésicos, golpes y psicólogos. No la entendían, el viento no soplaba a su favor.
Poca era la atención que recibía en su des estructurada familia, su padre alcohólico las abandonó hace ya dos años y su madre nunca estaba en casa, trabajaba día y noche. Al ser hija única siempre estaba sola en casa, y nada ni nadie controlaba lo que hacía, nadie le paraba los pies. No iba al instituto, se saltaba las clases y se iba a la estación de tren, por el andén solía saltar de charco en charco, de dilema en dilema. Allí se encontraba con su única amiga Lara, la cual tenía serios problemas con las drogas. Un día, como otro cualquiera le ofreció para consumir, esperando a que dijese que no como de costumbre, Lara ya retiraba la bolsita pero entonces, Carla le agarró la muñeca incitándole a que le diera, ya todo le daba igual. Ese mismo día, una fría noche de abril, desmontó su último sacapuntas.
Mareada, se sació con los brazos, envolviendo cada vena por fuertes marcas. Había sangre por todos lados; ya tenía cerca el afilado cuchillo, cada vez los cortes más profundos, dolorosos... Mortales.
Con sus últimos alaridos escribió estas palabras:

-Lo primero mamá quiero agradecerte tanto tiempo a mi lado, tranquila no llores ahora estaré bien, me cuidará la abuela. Esto no podía evitarse, durante estos años me he dado cuenta que no importa como seas, lo que realmente valora la gente es el exterior. 
He intentado ser fuerte pero, lo siento

fui, soy y seré débil como el miedo a la muerte. Necesitaba escapar, siento cada lágrima que derrochéis por mi, algún día hallareis el perdón.

Fdo: Carla 


Poco después a las 2:04 am, murió desangrada.
Nadie la recordó, pues ninguno consiguió sobrevivir a la garras de la Parca.
Sola hasta el último momento porque... ¿Quién iba a querer a la chica de las muñecas cortadas?


domingo, 8 de junio de 2014

Color carbón.

-Me senté al lado de la chimenea, el calor que desprendía hacía más llevadera la fría tarde de otoño. Las doradas hojas se posaban en el suelo para dormir. Mis pupilas se clavaban en el fuego, intentado engañar a mi cabeza, pero pronto mi cerebro reaccionaba y se revelaba contra mi; haciendo así recordar todo. Las primeras palabras, los más pequeños detalles, la primera guerra, la última tregua...El último adiós. Me tumbé en la extensa alfombra, mirando el techo con ojos vacíos. Rememorando aquellas tardes cuando nos íbamos al barranco, sentados, apoyaba mi cabeza en tu hombro, mientras que los últimos exiguos de luz se refugiaban en el horizonte, las olas rompían con fuerza en las rocas y los granos de la fina arena corrían de un lado a otro dando vueltas. Tu dedo recorría mi espalda dibujando mariposas, justo las que sentía yo en aquel momento.
Volví a la realidad, el cielo ya estaba anaranjado y los pájaros entonaban su último canto. Fui a por una taza de chocolate caliente, necesitaba endulzar aquella amarga tarde. En frente de una de nuestras últimas fotos, la cual tenia que guardar ya, empecé a soñar despierta con uno de nuestros últimos buenos momentos. Me acompañabas a casa, como cada viernes por la noche. Descansábamos en el mismo banco de piedra de siempre, en aquel pequeño parque. En frente de la fuente a la cual tirábamos piedrecillas intentando matar el tiempo hasta que, como siempre, yo te tiraba una y salía corriendo. Tú me perseguías por todos lados, yo hacía como que no quería que me atrapases,pero en realidad lo estaba deseando. Cuando me pillabas me cogías a la altura de mi cintura, acariciando mis caderas. Te acercabas, nuestras sonrisas hablaban y los besos jugaban a perderse mutuamente en nuestros labios.
Desperté y volví al presente, con mal sabor de boca pese a la bebida que me estaba tomando. Agarré la almohada con fuerza, pues sabía que venía la escena final, cuando el telón bajó y nadie aplaudió. Mirando la última flor que me dedicaste, ya seca, me comenzó a venir todo. Esa tarde oscura te confesé aquello, mirándote a los ojos, negros como el carbón  los cuales ya no brillaban ahora me miraban con rabia. Empezamos una batalla de palabras, que se clavaban como puñales. Te miraba, llorando sin comprender nada. En ese momento todo se apagó, tu sonrisa ya no venía a verme, tus caricias se esfumaron y tu voz ya la olvidé.
Y es ahí cuando comprendes que de los engaños y las emociones se crea una falsa realidad...
Una dulce mentira.

domingo, 1 de junio de 2014

44 días.

Rose era una de esas tantas chicas tímidas, poco sociables, esas que se sientan en última fila, y que cuando tienen oportunidad se meten con ellas. Rose prefería quedarse encerrada en su habitación explotando su imaginación sobre un folio en blanco, mientras escuchaba música.
Nunca le había importado las palabras envenenadas que le inyectaban cada día; pero hubo un momento en el que le dijeron una palabra, una simple palabra, la cual arrastraba un sin fin de agrios recuerdos, pues ella en el pasado lo pasó muy mal por aquello... ¡Gorda!, hizo como si nada, pero le caló tan hondo que nadie pudo notarlo. Caminando de vuelta a casa aún rememorando aquello, se quitó con fuerza los auriculares aunque estaba sonando su canción favorita, le era imposible escucharla. Llegó a su cuarto y se sentó en frente del espejo, se levantó la blusa, cabizbaja rompió a llorar, acabó por tapar el espejo; le daba asco lo que veía. Pasaban los días todo era cada vez peor, no quería pisar la calle, a penas comía, lo poco que comía lo vomitaba y comenzó a llevar cada vez ropa más ancha. Vivía en una pesadilla constante, ahogada en sus complejos y miedos, su única compañera fiel era la blanca Luna. Pasó el tiempo concreta mente 44 días, retiró la sábana del espejo, se puso en frente y se levantó la blusa, como la última vez. Las costillas ya se le marcaban en su torso y su clavícula hundida mostraba las consecuencias de aquel trastorno; pero ella no se veía así; para ella esa realidad era incierta, se veía más gorda. Acariciándose las ya marcadas ojeras notó como de sus vidriosos ojos nacía una lágrima que terminaba por ahorcarse a la altura de su cuello, temblando se levantó, cerró los puños con fuerza y con uno de ellos golpeó con sequedad el espejo, haciéndolo añicos. Los vidrios clavados entre sus nudillos y la sangre que los rodeaba no parecía importarle; los recogió, se dirigió al baño y los dejó encima del lavabo. Llenó la bañera con agua tibia, se desvistió y se sumergió. Debajo del agua reflexionaba sobre la idea que había tenido de desaparecer, que por valentía o cobardía, según se mire, no había llevado a cabo. Sacó la cabeza para tomar aire y se quedó mirando un trozo de espejo afilado y brillante, estiró el brazo y lo cogió. Se reflejó en él y pudo ver como el maquillaje negro de sus ojos ya le tapaba la tez. Introdujo el cristal en el agua, a la altura de sus muñecas y el agua se tiñó de rojo.
Rose consiguió huir de aquel oscuro sueño.

domingo, 25 de mayo de 2014

Tardes de lluvia.

De pronto me calló una gota y desperté vi que provenía de una de las goteras del techo de aquella vieja casa de madera, serían poco más de las seis. Me levanté, bajé las escaleras con cuidado pues los escalones parecían que se fuesen a derrumbar de un momento a otro y me dirigí a la cocina, bueno lo que quedaba de ella, cogí la taza de café que me dejaste y me senté en frente de la ventana. A penas llovía pero aún se podía oír el silbido del viento entre los frondosos árboles, era una de mis melodías preferidas. Cuando paró de llover salí en tu busca, seguí el camino hacia la pequeña laguna y allí te encontré, salías de lo que parecía un largo baño aún haber estado lloviendo casi todo la tarde. Nada más pisar la orilla corriste deshaciendo mis pasos gritando que te esperara ahí. Confusa me senté en la orilla y con la punta de los dedos empecé a dibujar pequeñas hondas en el agua, estaba congelada no entendía como podías haber estado tanto tiempo sumergido. 
Oí un ruido y antes de poder reaccionar ya tenías cogida mi mano impulsándome para que me levantase. 
Marchamos apresurados por un sendero rodeado de plantas mojadas, notaba la tierra húmeda en mis pies y el vuelo de mi vestido bailaba al compás del aire dirigido por el rápido ajetreo de nuestras huellas.
Paró en seco, unas hojas entrelazadas cortaban el paso, las retiró con delicadeza y allí estábamos, era de esos lugares que solo existen en tu imaginación, o eso piensas. Unas rocas apiladas en forma de escalera por las cuales corría un pequeño reguero de las altas montañas todo ello rodeado por una densa vegetación dejando pasar los rayos de Sol justos para aclarar la vista, era maravilloso. Nos sentamos en la última, la más alejada, la sonata que interpretaba el agua era inexplicable. 
Me rodeó una de sus manos por mi cintura con suavidad y yo me quedé mirando su tez aún mojada y cómo las gotas se columpiaban en sus pestañas y nariz. 
Me acerqué a su sonrisa, nuestras pupilas jugaban mientras su mano acariciaba la constelación formada por los lunares de mi cuello. Tus labios se perdieron en los míos, estaban congelados, un frío se propagó por todo mi cuerpo... Ojalá sintiera ese frío todos los días.

domingo, 18 de mayo de 2014

Ésta va por ti.

Un frío día de invierno del 2008 tu voz se apagó, tus ojos ya no brillaban y tu carmín rojo ya no ha sido utilizado más. Tu alma se fue, ya no ha de volver.
La nana que me cantabas ya no ha vuelto ha sonar, la melodía fue mutilada.
Echo de menos tumbarme a tu lado mientras que me acariciabas la mejilla para que me durmiera y luego me dabas un beso en la frente, solías decirme que era para protegerme de las pesadillas, no recuerdo si era cierto pero se que a veces fingía tener miedo para que no te separases de mi. Supongo que algo de temor si que tenía a que te marcharas y no regresaras.
Cuando me despertaba me dabas una magdalena y una onza de chocolate puro era algo habitual, luego tomabas mi mano y con tranquilidad íbamos al patio donde me recogías el pelo, siempre con una coleta, decías que así se me veían mejor mis ojos color avellana; yo nos les veía nada en especial pero a ti te encantaban.
Tu sonrisa me iluminaba el día y tus ojos bañados por un azul cielo son imposibles de olvidar.
Algo cotidiano era regar los rosales que tu tanto cuidabas sobre todo los de rosas blancas. Siempre acababa empapada y me sentabas en una vieja silla al Sol, detestaba estar al Sol pero pronto me desenfadaba cuando te acercabas a darme un caramelo de café, siempre de café.
Un día enfermaste no parecía nada grave, la última vez que te vi me dijiste que no me preocupase que no importaba donde estuviese que me iba a seguir cuidando, no tendía nada; ahora todas esas palabras cobran sentido. Tres días después de aquello me dejaste, seguiste aquel camino inhóspito.
En este momento no puedo hacer más que llevarte una rosa blanca de aquellos rosales, aún están ahí; y escribirte estas palabras ahogando las letras con mis lágrimas mientras contemplo tu última foto.
Siempre estarás aquí conmigo, protegiéndome.
Te quiero, abuela.

lunes, 12 de mayo de 2014

Carta Número 73.

Lunes 12 de mayo de 2008.
- Hace un año que ya no estás aquí, extraño cuando me cogías la mano sin razón y apretándomela me mirabas con una sutil mueca.
Ya no he llorado más como te prometí, aunque es muy duro, intento tragarme todas mis penas y la amargura y sonreír, como me dijiste.
Se me hace tan grande la cama pues aún no me he acostumbrado a que tu lado esté frío y que te aroma ya no se perciba; siempre llevo tu foto, es lo único que me queda.
Hoy he vuelto a ir al estanque donde solíamos ir, ¿te acuerdas? Ya no es lo mismo.
En el viejo puente asomada contemplando mi reflejo aún tengo la esperanza de que aparezcas por la espalda, para tirar piedras al agua como de costumbre.
Bajé y me descalcé las piedras de la orillas se me clavaban en los pies y entonces sentada metí los pies en el agua, estaba helada pero poco me importaba pues quería volver a esas tardes en las que jugábamos como niños en el agua y al final siempre me abrazabas por detrás, tus dedos merodeaban mi ombligo y tus labios besaban mi mejilla.
La suave brisa me recordaba cuando me acariciabas con las yemas de tus dedos apartándome el pelo de los ojos, que poco te gustaba que lo llevase en la cara, mientras que yo fruncía el ceño, me gustaba llevarlo alborotado.
Nuestro árbol no está, ya ninguna sombra me cobija, sólo queda una parte del tronco. Me quedé hasta que la noche oscura fue iluminada por la Luna llena y me tumbé preguntándome:
¿Dónde estás? ¿por qué a ti? He de decir que ahí rompí la promesa y una lágrima brotó de mí, pero pronto la paré en seco con mi dedo índice. Antes de irme arranqué una margarita, tu preferida y la dejé en el tronco.
Sé que nunca te podré dar ésta carta pero me gustaría tanto que bajaras un momento de ahí arriba, la leyeras y juntos ver el último amanecer.


jueves, 1 de mayo de 2014

La melodía olvidada.

Tarde nublada, el Sol había muerto y las gotas de lluvia se suicidaban en el cristal, tarde de melancolía y olvido.
Me senté en el piano para olvidar los lúgubres recuerdos de tu falta.
Acaricié las teclas del piano con las yemas de mis dedos, estaban heladas, el frío se propagó por todo mi cuerpo dejándome en imposible todo intento de desempolvar tu melodía. Comencé a deslizar mis dedos en busca de alguna canción, pero tropezaban en las teclas, sólo hacía sonar disonantes melodías, paré y me quedé allí sentada frente al piano sin hallar la respuesta a aquellas desafinadas notas. Me levanté y salí fuera a ver cómo llovía, no tenía bastante con verlo desde la ventana. Notaba como las gotas besaban mi piel y el viento acariciaba mi alma, extendí los brazos para que las gotas bailaran libremente en mi cuerpo, me sentía libre.
Entré para adentro y me sequé junto al fuego observando como la llama de la chimenea se consumía, aquello me hizo pensar. Me puse en pie y fui a por la guitarra, hacía tanto que no la cogía, pero cuando coloqué mis dedos en las cuerdas no podía evitar el añoro de tu calor cuando posabas tu mano sobre la mía y se fundían en una sola en los trastes, mientras que tus labios conocían mi cuello.
Dejé el instrumento y me quedé allí frente a la chimenea viendo como poco a poco se consumía la luz hasta quedarme en una absoluta oscuridad, echando en falta tu melodía.

domingo, 27 de abril de 2014

Aquel mensaje...

Dejé el móvil en la mesa pues cada vez estaba más segura de que tu mensaje no llegaría.
Me tumbé en la cama envuelta por casi una oscuridad absoluta. Sólo un leve aliento de luz de Luna me reflejaba los ojos vidriosos, corrompidos de tanto llorar. Únicamente me venían imágenes de lo ocurrido, atormentándome, robándome el sueño y haciendo desaparecer la poca dignidad que me quedaba, el poco orgullo que aún  poseía. Me giré y me mordí el labio inferior para no derrumbarme, pero eran tan fuertes mis motivos para llorar que mis dientes atravesaron la fina piel causando así que lo único que brotase de mi fuese un exiguo de sangre. El dolor causado por la herida era lo único que consiguió que me distrajese del vacío que sufría.
De pronto una luz azulada iluminaba parte de la habitación, con desespero agarré el móvil y vi que el mensaje era tuyo:
"Nunca te olvidaré. Adiós, te quiero." 
Dejé el móvil, estaba helada. Bajé del todo la persiana cubriendo el dormitorio por una total penumbra, notaba como las lágrimas nacían de mi. Cogí nuestra foto, me senté en un rincón de la sala y mechero en mano ardieron los recuerdos.
Todo había acabado.

jueves, 24 de abril de 2014

Dulce pesadilla.

Las lágrimas caían sin cesar acariciando mis mejillas una vez más, el maquillaje se corría y dejaba al descubierto las oscuras ojeras causadas por el desvelo de la noche anterior, culpables eran los agrios recuerdos, la ausencia, la culpa, la falta de él. 
Me tumbé y cerré los ojos con el fin de calmar la pena que me ahogaba y mataba lentamente. 
Entonces algo se oyó en la puerta, era él. Me quedé sin respiración, pues creía que no volvería. Avanzando lentamente se paró en el reproductor de música y pulsó el botón, sonó una canción, nuestra canción.
Siguió avanzando por la habitación, se dirigía hacia mi, me comenzó a temblar hasta la última parte de mi cuerpo, mi respiración se aceleraba y mi boca se secaba.
Llegó hasta mi y me cogió la mano invitándome a levantarme, mis rodillas no respondían pero conseguí reunir las fuerzas para ponerme en pie. Noté como sus manos rodeaban lentamente mi cintura y yo presa de su amor rodeé mis brazos por su cuello. Sentía su tranquila respiración y el percibía cómo la mía se aceleraba cada vez más. 
Se acercó a mi oído y me susurró:
"Calma."
No sé cómo pero una simple palabra de sus labios sirvió para tranquilizarme. Me agarré con más fuerza y vi como nuestros pies se empezaban a mover al son de la balada de fondo.
Cuando me quise dar cuenta la canción terminó y comenzó la siguiente pero esta vez no bailamos, notaba como sus ojos me miraban, aparté la cara de su pecho y le miré, en ese momento me pregunté el por qué de su regreso después de todo lo que había pasado, cuando fui a preguntárselo se acercó a mi, nuestras frentes se juntaron, las respiraciones bailaban al compás de la última balada y cuando se acercaba lentamente a mis labios... Me desperté de aquel tórrido sueño, de aquella pesadilla diaria que me atormentaba cada noche. Me faltan sus ojos, sus besos, sus caricias, sus abrazos, su sonrisa; me falta él.