Yo,
de heridas en las rodillas resultantes de pelear con el azar,
de cubrirlas con nuevas promesas,
de curarlas con los primeros acordes de la canción más triste jamás conocida.
De gritar "aléjate de mí" y susurrar "no te vayas".
De tropezar con el mismo escalón una y otra vez
hasta que el corazón anuncie el derribo inminente.
De recordar el éxtasis posterior a bailar en la cuerda floja del vis a vis,
con los ojos en blanco y los dientes apretados,
y no caer en el incendio que propagaste debajo de mi.
De no caer en las represalias de las sábanas frías,
de cruzar los dedos detrás de la espalda,
de cortarle las alas a las mariposas que me revolotean por dentro.
De resguardarme en la sombra que proyecta un "contigo".
De pisar el acelerador en la curva cerrada de tu sonrisa,
con la intención de estrellarme en el quitamiedos de tu clavícula,
sin seguro de vida.
Tú,
de arrojar(me) te quieros a quemarropa,
apuntando con precisión a ese rincón donde las mentiras sangran.
Tú,
felicidad,
¡Qué bonito nombre tienes!
¿Por qué te empeñas en ocultármelo?
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