Y allí te encuentras al borde del precipicio, miras abajo, suspiras, aprietas los puños y dientes, cierras los ojos con fuerza; 1, 2, 3... Y saltas.
El grito que sale de tu garganta atraviesa todos los continentes, llegando a los oídos de aquellas personas que te dijeron que no lo hicieras, que era arriesgado, que te pegarías la hostia, que besarle sería saltar al vacío.
Que les jodan.
A veces hay que caminar sin mirar por donde vas, pisar todas y cada una de las malas caras que te echan cuando lo haces, gritar a los cuatro vientos que puedes con todo y dejar que el viento te quite los problemas que se enredan en tu pelo.
Sacarle la lengua a la muerte, romper los espejos, bailar con la mala suerte a las tres de la mañana, reír sin motivo y llorar por placer.
Evitar la casilla del "no" y tachar la de "¿Por qué no?". Saltar a la piscina aun sabiendo que está vacía, buscar algo con lo que chocar, y no siempre tiene que ser un muro, si no alguien, que te haga disfrutar de cada minuto, de cada segundo a su lado. Que su nombre no sea utopía, que sus palabras no se las lleve el aire, pero que no sufran de ataduras.
Que la vida se mide en momentos, momentos que te marcan y te definen, que tus decisiones son tuyas, ya sean buenas o malas, tuyas. Y al final es lo único que recordarán, que fuiste capaz, que nadie tuvo cojones a interponerse en tu camino.
¿Y si te equivocas qué?
Los errores son atajos inciertos hacia la felicidad, y, amigos, los caminos cortos son sólo para valientes.
.jpg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario