Dejé el móvil en la mesa pues cada vez estaba más segura de que tu mensaje no llegaría.
Me tumbé en la cama envuelta por casi una oscuridad absoluta. Sólo un leve aliento de luz de Luna me reflejaba los ojos vidriosos, corrompidos de tanto llorar. Únicamente me venían imágenes de lo ocurrido, atormentándome, robándome el sueño y haciendo desaparecer la poca dignidad que me quedaba, el poco orgullo que aún poseía. Me giré y me mordí el labio inferior para no derrumbarme, pero eran tan fuertes mis motivos para llorar que mis dientes atravesaron la fina piel causando así que lo único que brotase de mi fuese un exiguo de sangre. El dolor causado por la herida era lo único que consiguió que me distrajese del vacío que sufría.
De pronto una luz azulada iluminaba parte de la habitación, con desespero agarré el móvil y vi que el mensaje era tuyo:
"Nunca te olvidaré. Adiós, te quiero."
Dejé el móvil, estaba helada. Bajé del todo la persiana cubriendo el dormitorio por una total penumbra, notaba como las lágrimas nacían de mi. Cogí nuestra foto, me senté en un rincón de la sala y mechero en mano ardieron los recuerdos.
Todo había acabado.

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