El humo se desvanece entre los muros de hormigón, botellas rotas en el suelo, los cristales rotos se entrelazan buscando calor, y entre tú y yo la arena. Los granos que la forma nos arañan las pupilas y nos ocultan lo que antes solíamos ver, lo que solíamos ser. Aumenta, y ya es una barrera lo que nos separa, barrera que no podemos derribar. La caída en el asfalto es dura, las heridas queman y piden auxilio, la piel se vuelve ceniza y los sentimientos se vuelven rabia y dolor. Me miras desde ahí arriba, pero no actúas, y tonta de mi te lanzo mi mejor sonrisa bañada en lágrimas, la cual esquivas y yo intento ir tras ella, capturarla, pero se convierte en una sonrisa sin destinatario. Vaga día y noche, buscando el calor de una labios, el frío de unas manos de invierno, pero se refugia entre estos versos marchitos. Araño las rejas de esta celda, otra cruz más, ya van trece días, mis uñas se caen a pedazos, como mi alma. Gritos inauditos hinundan la prisión, no me oigo ni yo. Busco dentro de mi y sólo encuentro calles abandonadas, brindis sin festejar, colillas a medio apagar, que me queman poquito a poco el corazón. Pero en esta vida absurda lo único que nos queda es ser fuerte, romper barreras, cerrar bocas, soldar huesos, morder labios, correr, huir de aquí y desatar el león que todos llevamos dentro. Morir de placer, matar a sangre fría, cortar las malas lenguas, abrazar el amanecer y follarte la noche. Levanta la cabeza que todo el mundo vea tus bonitas imperfecciones, tus cicatrices y tus heridas de guerra, si de verdad lo crees, hazlo ahora, no esperes a mañana, porque no sabes si seguirás en esta mierda que llamamos mundo.

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