El amargor del café me acompaña, junto con el vacío en esta tarde de ojos caídos, miradas cansadas y auto engaño. Huesos rotos y silencios a gritos se reflejan en el espejo, queriendo escapar del sucio rincón de un callejón, donde, ni la luz se atreve a pasar.
Y yo aquí intentando domar este oleaje, sin más recursos que las pocas palabras que me salen en este momento y cuatro lágrimas de cocodrilo, que por no creermelas, no me las creo ni yo. Pistola en mano, no me queda munición ni intención de empezar una guerra. Me aferro a la última oportunidad, vivo en el último impacto de una bala y muero en la primera victoria de tu bando.
¿Miedo? Soy mitad miedo, mitad engaño.
Un clavel rojo por cada temor, por cada cuento que te inventas, por el miedo a perderte, porque me dejes aquí y que mis pies tengan ganas de volver a recorrer el camino. Y ya decían que hablaba de más cuando hablaba de ti, que eran falacias, y yo, sólo callaba y tarareaba aquella canción en mi cabeza, una ola de irrealidad inundaba desde adentro en poco tiempo.
Vértigo, a veces siento vértigo en la cornisa de tu sonrisa, en el tobogán de tus ojeras y en el trampolín de tus pestañas. Supongo que sabía que la caída desde allí sería dura, que el asfalto me quemaría y volvería a la realidad, donde todo era gris y los pájaros no querían echar a volar por miedo a que le fallaran las alas. Donde el vaso se veía medio vacío, las sábanas frías y la noche oscura, donde no había ningún faro de Alejandría. Las voces roncas de cantar una y otra vez una triste melodía y los ancianos creen que no verán el día.
Y yo aquí entre canción y canción no te encuentro y rebusco entre algún verso por si decides aparecer, y ya son pocos los intentos que me quedan hasta llegar al final. Y si algún día me preguntan si me acuerdo de ti, tranquilo, te negaré tantas veces como mentira sea.
domingo, 1 de marzo de 2015
Sin título, ni palabras.
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