Era de aquellas que cambiaban el cuento, la princesas renunciaban a la corona por una armadura, y acababan de copas con el dragón y la madrastra mala. ¿Quién dice que el malo del cuento es malo? A lo mejor nadie le entendía, quizás veía más allá de como nosotros solemos ver las cosas, pero claro, nadie hace un cuento con la perspectiva del malo.
¿Quién dice que Blancanieves no estaba hasta los cojones de limpiar la mierda que dejaban los enanitos? A lo mejor la madrastra le hizo un favor dándole la manzana envenenada.
Yo soy de esas que piensa que, en realidad, Caperucita estaba enamorada del lobo, y que el paripe de creerse que era su abuela en la cama, sólo lo hacía por pasar tiempo con él. Que la abuela terminó teniendo una aventura con el leñador, la madre alcohólica y Caperucita con analgésicos para poder conciliar el sueño. Que Cenicienta se escapó y estuvo toda la noche con el príncipe, de copa en copa, hasta creerse que tenía los zapatos de cristal, que su carrusel era una calabaza y los caballos ratones. ¿Qué haría para ver al hada aquella noche?
Que el príncipe acabó poniéndole los cuernos con una de sus hermanastras, y Cenicienta se cambió de cuento, quería conocer a Bestia.
Rapunzel se cortó la melena, para que no escalase su príncipe y la dejara tranquila. Pues a ella le gustaba estar en su torre, con la única compañía de los discos de Ismael Serrano y sus pequeñas dosis de felicidad.
Yasmín, se fue con el Genio para que cumpliera todos sus deseos y Peter Pan consiguió escapar de Nunca Jamás, para morir tranquilo en algún callejón de la vieja Suecia.
La Bella Durmiente le pidió cinco minutitos más de sueño, y nunca despertó.
¿Qué tendrían los polvos de Campanilla que los hacían mágicos?
Mi madre me miraba con cara rara, cuando me reía al escuchar los cuentos que me contaba, pero tampoco creo que quisiera saber en que estaba pensando. Sólo se limitaba ha acariciarme el pelo y sonreír.
Erase una vez, donde nada era como tenía que ser y todo estaba del revés.

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