Hace ya horas que ha anochecido y otra vez me vuelvo a perder la despedida del sol. Que coincidencia, se nota que las despedidas no son lo mio, más bien son mi punto débil, y más si esa despedida me atraviesa como una bala, y se queda ahí, incrustada en el más profundo rincón de mi pecho, sin que nadie la saque. Supongo que es mejor que te hagan daño de un golpe, que poco a poco. Y es que a ti te puedo comparar con un cigarrillo, matas poco a poco, sin que me de cuenta. Tus besos, como las caladas, uno detrás de otro, pensando en el siguiente, ignorando en el daño que me harán.
Me pisas como a una colilla, y yo me consumo y desvanezco como la ceniza. Y es que yo no sé reglas en esto del amor, no entiendo de flores ni bombones, de cartas con olor a perfume o de peluches de tres metros.
Yo sólo sé, que no sé nada, que todo lo dejo del revés, que no es fácil hacerme daño, pero cuando lo consiguen me vuelvo de acero. Que soy una náufraga sin provisiones en tus ojos, que no dejo de correr entre tus huesos buscando alguna salida, que daría mucho por olvidarlo todo, pero daría más por volverlo a repetir. Que soy como una bailarina coja, un pirata sin tesoro, un niño sin sonrisa.
No sé si serán las mentiras con whiskey, o la falta de verdad que inhalo en la barra del bar desolación, lo que me hace escupir tantas falacias. Y es que si jugamos a perderte, siempre pierdo yo, te marchas con una sonrisa entre cortada, y yo con cara de póquer me quedo ahí, con los bolsillos del revés, sin más capital que unas cuentas lágrimas de más. Y esas, amigos, son las peores despedidas.
miércoles, 11 de marzo de 2015
Despedidas trangresivas.
lunes, 9 de marzo de 2015
Erase una vez, lo que nunca fue.
Era de aquellas que cambiaban el cuento, la princesas renunciaban a la corona por una armadura, y acababan de copas con el dragón y la madrastra mala. ¿Quién dice que el malo del cuento es malo? A lo mejor nadie le entendía, quizás veía más allá de como nosotros solemos ver las cosas, pero claro, nadie hace un cuento con la perspectiva del malo.
¿Quién dice que Blancanieves no estaba hasta los cojones de limpiar la mierda que dejaban los enanitos? A lo mejor la madrastra le hizo un favor dándole la manzana envenenada.
Yo soy de esas que piensa que, en realidad, Caperucita estaba enamorada del lobo, y que el paripe de creerse que era su abuela en la cama, sólo lo hacía por pasar tiempo con él. Que la abuela terminó teniendo una aventura con el leñador, la madre alcohólica y Caperucita con analgésicos para poder conciliar el sueño. Que Cenicienta se escapó y estuvo toda la noche con el príncipe, de copa en copa, hasta creerse que tenía los zapatos de cristal, que su carrusel era una calabaza y los caballos ratones. ¿Qué haría para ver al hada aquella noche?
Que el príncipe acabó poniéndole los cuernos con una de sus hermanastras, y Cenicienta se cambió de cuento, quería conocer a Bestia.
Rapunzel se cortó la melena, para que no escalase su príncipe y la dejara tranquila. Pues a ella le gustaba estar en su torre, con la única compañía de los discos de Ismael Serrano y sus pequeñas dosis de felicidad.
Yasmín, se fue con el Genio para que cumpliera todos sus deseos y Peter Pan consiguió escapar de Nunca Jamás, para morir tranquilo en algún callejón de la vieja Suecia.
La Bella Durmiente le pidió cinco minutitos más de sueño, y nunca despertó.
¿Qué tendrían los polvos de Campanilla que los hacían mágicos?
Mi madre me miraba con cara rara, cuando me reía al escuchar los cuentos que me contaba, pero tampoco creo que quisiera saber en que estaba pensando. Sólo se limitaba ha acariciarme el pelo y sonreír.
Erase una vez, donde nada era como tenía que ser y todo estaba del revés.
miércoles, 4 de marzo de 2015
Engranajes.
La reconstruyó paso a paso, pieza a pieza, con cuidado y precisión, intentando hacerla perfecta. Pasaba día y noche obsesionado en entender su mecanismo a base de absurdas e inútiles instrucciones. Nadie había conseguido resolver el rompecabezas de sus engranajes, el laberinto de sus circuitos, y entonces lo daban por imposible y la abandonaban, dejando así, que cada una de sus piezas se llenaran de telarañas y que poco a poco se las comiera el óxido, dejándolas inservibles.
Pero él había puesto hasta la última esperanza en ella, cualquier sufrimiento era poco comparado con las ganas que tenía de que algún día pudiera rozar sus labios. Cambió las bombillas de motel barato, que tenía por ojos, por las más bonitas y brillantes luces de todo Las Vegas. Pasó veintiún días robando amaneceres para ponérselos por sonrisa, catorce anocheceres en su ombligo. En su cabello posó los primeros rayos del sol de Singapur, por voz los acordes más bonitos del final de aquella canción y su risa ahora era el sonido de cien cascabeles. Metió el oleaje más salvaje dentro de ella y un huracán con una fuerza inmensa. Exprimió el color rojo de una rosa en sus labios y con sus espinas le hizo una armadura, para que ningún imbécil se atreviera nunca a hacerle daño. En sus caderas construyó una montaña rusa y en sus piernas un tobogán infinito. En sus mejillas posó una capa roja, en sus pestañas el aleteo de cien mariposas y por lágrimas, el rocío de la primera mañana de mayo.
Por último cogió su corazón, lo único que permanecía intacto. Era de cristal y se podía ver como estaba picado de tantos golpes que había recibido. Cuando se disponía a colocarlo, algo falló y cayó al suelo, haciéndose añicos. Se quedó arrodillado con los pequeños trozos a su alrededor. Había construido la octava maravilla del mundo, sin corazón. En ese momento una sonrisa se le escapó de su pálido rostro, pues había llegado a la conclusión de que: sin corazón nada ni nadie podría hacerle daño jamás.
domingo, 1 de marzo de 2015
5 a.m.
Decía que nunca conocería a nadie, que sólo me salvaría gracias al número de copas vacías en la barra del bar. Que tendría que comprar algún beso barato, para sentir abrigo en mis labios y que mi fiel compañero sería el cigarrillo de la suerte.
¿Melodía? Melodía son los primeros verso de la más melancolía canción de Sabina, que suena en el peor tugurio de Madrid y que me remacha el corazón con un "adiós."
Mi orgullo despeinado, tampoco pierdo tiempo en arreglarlo, hace que pierda mil y una batallas, y en mi pecho cien metrallas piden guerra a las espaldas, rendirse a las ganas, vencer a la coherencia y tregua a la desobediencia.
Y que en la última bocanada alguien me lleve a casa, borracha de mentiras, colocada de realidades y hasta el culo de inseguridades. Que haría falta algo más que una ducha fría para volver en sí, que no sé por donde ir, pero eso, no es culpa de lo anterior, sino más bien de no saber fingir. Nunca se me dio bien eso de reconocer las cosas, ya sea por cabezona o soñadora, por estancarme en el pasado o imaginar un futuro inventado.
Inocente, muchas veces me paso de inocente, cayéndome en los primeros brazos que me abren sus puertas.
Tú, y tú te transformas en verso, en una novela que se queda en el reverso, en el primer café de la mañana y el último chupito de las cinco de la mañana.
En esa persona con la que desafiar la ley de la gravedad, romper la barrera del sonido y destrozar el tiempo.
¡Que le jodan a la teoría de Einstein si estoy a tu lado!
Volver, volver no sé si volvería, pero sé que eras esa escapatoria tan necesaria como dolorosa.
Sin título, ni palabras.
El amargor del café me acompaña, junto con el vacío en esta tarde de ojos caídos, miradas cansadas y auto engaño. Huesos rotos y silencios a gritos se reflejan en el espejo, queriendo escapar del sucio rincón de un callejón, donde, ni la luz se atreve a pasar.
Y yo aquí intentando domar este oleaje, sin más recursos que las pocas palabras que me salen en este momento y cuatro lágrimas de cocodrilo, que por no creermelas, no me las creo ni yo. Pistola en mano, no me queda munición ni intención de empezar una guerra. Me aferro a la última oportunidad, vivo en el último impacto de una bala y muero en la primera victoria de tu bando.
¿Miedo? Soy mitad miedo, mitad engaño.
Un clavel rojo por cada temor, por cada cuento que te inventas, por el miedo a perderte, porque me dejes aquí y que mis pies tengan ganas de volver a recorrer el camino. Y ya decían que hablaba de más cuando hablaba de ti, que eran falacias, y yo, sólo callaba y tarareaba aquella canción en mi cabeza, una ola de irrealidad inundaba desde adentro en poco tiempo.
Vértigo, a veces siento vértigo en la cornisa de tu sonrisa, en el tobogán de tus ojeras y en el trampolín de tus pestañas. Supongo que sabía que la caída desde allí sería dura, que el asfalto me quemaría y volvería a la realidad, donde todo era gris y los pájaros no querían echar a volar por miedo a que le fallaran las alas. Donde el vaso se veía medio vacío, las sábanas frías y la noche oscura, donde no había ningún faro de Alejandría. Las voces roncas de cantar una y otra vez una triste melodía y los ancianos creen que no verán el día.
Y yo aquí entre canción y canción no te encuentro y rebusco entre algún verso por si decides aparecer, y ya son pocos los intentos que me quedan hasta llegar al final. Y si algún día me preguntan si me acuerdo de ti, tranquilo, te negaré tantas veces como mentira sea.
