jueves, 17 de diciembre de 2015

La caja.

Despierto en una caja, la presión de las paredes me estremece y obliga a acurrucarme apretando las heridas de mis rodillas contra el pecho. Un caudal negro inunda mis venas y desemboca en mis pupilas, las cuales se desbordan y hacen aún más insoportable mi estancia.
¿Qué pasa aquí? Toda está gris. Por más que empujo no puedo salir.
Cuando ya me daba por rendida, alguien tira de mí, y me saca de aquella caja.
Aquí fuera todo está negro, el vacío que siento me produce escalofríos.
Nada oigo a mi alrededor, solo percato el ruido del choque de los cristales rotos que forman mi corazón.
Mis extremidades comienzan a moverse involuntariamente, y descubro unas cuerdas atadas en mi cuerpo, ahora soy una marioneta.
Diviso un precipicio, y noto cien agujas clavándose en mi pecho cuando mis pies se dirigen a él.
Al borde ya del vacío, la cuerdas se enredan, que caiga o no está pendiente de un hilo.
Todo grito de clemencia es inaudito, mi pulso se acelera y la respiración se entrecorta, es casi estremecedor. Teniendo un pie en suspensión, reúno fuerzas de donde antes ni había y desgarro las cuerdas.
Sal corriendo sin ninguna dirección, quiero volver a aquella caja.

Una figura se entrevé entre la penumbra.
¿Eres tú?
Sí, eres tú.
Mis sentimientos echan a volar y me convierto en hielo.
Por más que quiera acariciarte, no puedo, algo me lo impide, sólo puedo ver como rompes en llanto sordo y yo, no puedo hacer nada.

Caigo al suelo, y al abrir los ojos, vuelvo a estar en la caja.
¿Qué juego es este?

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