viernes, 25 de diciembre de 2015

Medio humanos.

Vamos a brindar con el "chin-chin" en si bemol de tus pestañas.
Voy a acabar llorando confeti del festival que me provocas en las entrañas.
Voy a reír en prosa y besar en verso, por culpa de la poesía que me haces sentir dentro.
Vamos a sentir, a vivir; sin pausa pero sin prisa; paso a paso, beso a beso, por el camino más corto al trayecto más largo.

Recorriendo cada surco, cada rincón, sin hacerle daño a eso que llamamos corazón.
Enredándome en tu vigilia,
perdiéndome en tu literatura,
acariciando cada palabra que me desmesura.

Tu melodía me dilata las pupilas,
y si hablamos de la primavera...
¡Pobre de ella!
Ni lo cerezos en flor pueden compararse con los pétalos que vuelan al oír su voz. 

Eres tú, y soy medio yo.
Somos un nosotros que murió entre dos interrogaciones.

Somos maníacos, una nota rota, el solo de un piano, el grito de un mudo, el silencio de un infiel que vende mentiras a granel.

Somos humanos que intentan ser personas;
Huesos que buscan calor entre los trozos de una historia.


jueves, 17 de diciembre de 2015

La caja.

Despierto en una caja, la presión de las paredes me estremece y obliga a acurrucarme apretando las heridas de mis rodillas contra el pecho. Un caudal negro inunda mis venas y desemboca en mis pupilas, las cuales se desbordan y hacen aún más insoportable mi estancia.
¿Qué pasa aquí? Toda está gris. Por más que empujo no puedo salir.
Cuando ya me daba por rendida, alguien tira de mí, y me saca de aquella caja.
Aquí fuera todo está negro, el vacío que siento me produce escalofríos.
Nada oigo a mi alrededor, solo percato el ruido del choque de los cristales rotos que forman mi corazón.
Mis extremidades comienzan a moverse involuntariamente, y descubro unas cuerdas atadas en mi cuerpo, ahora soy una marioneta.
Diviso un precipicio, y noto cien agujas clavándose en mi pecho cuando mis pies se dirigen a él.
Al borde ya del vacío, la cuerdas se enredan, que caiga o no está pendiente de un hilo.
Todo grito de clemencia es inaudito, mi pulso se acelera y la respiración se entrecorta, es casi estremecedor. Teniendo un pie en suspensión, reúno fuerzas de donde antes ni había y desgarro las cuerdas.
Sal corriendo sin ninguna dirección, quiero volver a aquella caja.

Una figura se entrevé entre la penumbra.
¿Eres tú?
Sí, eres tú.
Mis sentimientos echan a volar y me convierto en hielo.
Por más que quiera acariciarte, no puedo, algo me lo impide, sólo puedo ver como rompes en llanto sordo y yo, no puedo hacer nada.

Caigo al suelo, y al abrir los ojos, vuelvo a estar en la caja.
¿Qué juego es este?

jueves, 10 de diciembre de 2015

Querer, amar y desaparecer.


Solía escribirle un poema todos los días.
La bañaba en cada verso,
la moldeaba en cada metáfora.

Llegada a ser comparada
con el otoño,
con el café,
con un libro virgen,
con el cigarro de después.

La quería cuando reía primaveras
y cuando sus palabras derrochaban invierno.
Cuando sus ojos lloraban abriles
y cuando en el roce de sus dedos nacía el verano.

Él se limitaba tan solo a verla vivir.

Era un figurante entre su sonrisa de arlequín,
de comediante.
Reñía con los versos y se vaciaba de palabras,
para que la suma de los fetiches poéticos
fuese igual a la de los pecados restantes.

Comenzó a amarla en noviembre,
cuando todo muere, menos ella.

La amó a ciencia cierta,
con pronóstico vacío e incierto.
La amó en los solos de piano,
en "Pájaros de Portugal" de Sabina.
La amó en libertad y a escondidas.

Pero un día ella se fue.
No dejó ni una despedida con la que tropezar.

Y los poemas, poesías,
dedicatorias y cartas
le vaciaron las entrañas.

La máquina de escribir plagada de recuerdos
y sentimientos a medias,
se llenó de polvo y telarañas.








martes, 8 de diciembre de 2015

Riesgo inminente.

Se aprendió cada coordenada de su cuerpo.
Y buscando aventuras
se intentó perder en sus epicentros.
Un poco de vino y dos vasos de coñac.
Tabaco de liar y dos canciones de Sabina,
parecía que la noche nunca acabaría.
Tatuando la piel a besos,
a escondidas,
como si estuvieran infringiendo la ley.
A cosquillas, la barrera del sonido la saltaron,
poniendo en vela a todo el vecindario.

Pero amaneció
y solo quedaron restos de caricias,
promesas que no se cumplirían,
una habitación vacía.

Se separaron sus cuerpos
pero no sus corazones.
Hasta el próximo diciembre, gritaban sus miradas.

Pero los dos sabían que había sido algo más que una noche para liberar tensiones,
que el riesgo de verse antes era inminente.

Algún día el uno tropezaría con el otro,
y los recuerdos chocarían estrepitosamente.