domingo, 16 de noviembre de 2014

Saltar no es para cobardes.

Y allí te encuentras al borde del precipicio, miras abajo, suspiras, aprietas los puños y dientes, cierras los ojos con fuerza; 1, 2, 3... Y saltas.
El grito que sale de tu garganta atraviesa todos los continentes, llegando a los oídos de aquellas personas que te dijeron que no lo hicieras, que era arriesgado, que te pegarías la hostia, que besarle sería saltar al vacío.
Que les jodan.
A veces hay que caminar sin mirar por donde vas, pisar todas y cada una de las malas caras que te echan cuando lo haces, gritar a los cuatro vientos que puedes con todo y dejar que el viento te quite los problemas que se enredan en tu pelo.
Sacarle la lengua a la muerte, romper los espejos, bailar con la mala suerte a las tres de la mañana, reír sin motivo y llorar por placer.
Evitar la casilla del "no" y tachar la de "¿Por qué no?". Saltar a la piscina aun sabiendo que está vacía, buscar algo con lo que chocar, y no siempre tiene que ser un muro, si no alguien, que te haga disfrutar de cada minuto, de cada segundo a su lado. Que su nombre no sea utopía, que sus palabras no se las lleve el aire, pero que no sufran de ataduras.
Que la vida se mide en momentos, momentos que te marcan y te definen, que tus decisiones son tuyas, ya sean buenas o malas, tuyas. Y al final es lo único que recordarán, que fuiste capaz, que nadie tuvo cojones a interponerse en tu camino.
¿Y si te equivocas qué?
 Los errores son atajos inciertos hacia la felicidad, y, amigos, los caminos cortos son sólo para valientes.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Delirios de un pájaro enjaulado.

Descalza andaba por los vidrios rotos de la melancolía, sangraba recuerdos sus pequeños pies y lloraban errores sus atemorizados ojos, sin más abrigo que una medias negras rajadas y una camisa remendada. Los labios secos de tanto callar, los huesos quebrados por falta de esperanza y la cabeza hueca de soñar; sólo se atrevía a acariciarla el viento.
Miraba a la Luna buscando una respuesta y alargaba los brazos intentando abrazar la noche pero, pronto chocaba contra la ventana, arañaba los cristales...Caía y volvía a caer haciendo del fondo la parte superior.
Reflejada en el espejo, veía como su rostro se desmoronaba, apareciendo uno totalmente distinto, contradictorio y gris como el invierno sin ti.
Con sus delgadas y frías manos se presionaba el pecho intentando así reconstruir su corazón, juntar las piezas desperdigadas, como si de un puzzle se tratara.
Las numerosas pecas que bañaban sus mejillas era la única señal de inocencia que aún perduraba en ella.
La noche era su aliada y el amanecer el castigo que anunciaba la vuelta a casa.
Bañada en alcohol y perfumada en el humo de algunos de los cigarrillos que la consumían poco a poco, contaba los días para escapar, sin mirar por nadie, sin remordimientos ni preocupaciones; dejando atrás los besos de alquiler y los abrazos a despecho, las sonrisas prohibidas y las miradas utópicas.
¿Sería esto algo normal? O por lo contrario...
¿Serían estos los delirios de un pájaro enjaulado?

Eso nunca lo sabrás, eso nunca lo sabremos...