Y de repente todo cambió, tú cambiaste.
Lo empezaste a ver todo de otro modo, todo se volvió confuso, no te encajaban las piezas, dudabas de ti y de todo lo sensato. Y en la locura que te invadía encontraste la cordura que nunca tuviste.
¿Será el correr de las horas muertas lo que te ha hecho marchitar?
Chiquilla del vestido rojo, que aquella mañana gris le dabas color a la estación, ¿quién te ha robado la sonrisa? ¿Acaso fue aquel huracán con el color del mar en los ojos?
Tus ojos ya no brillan de esa manera, qué digo, ya ni si quiera brillan. Se han vuelto un par de ocasos negros escondidos entre dos abanicos, que ya solo viven al brotar una lágrima de ellos, cuando el mundo se te cae a los pies y comienza a llover sobre la almohada.
Ayer, tirado en la vía, encontré agonizando ese sueño, que desde pequeña perseguías sobre cualquier circunstancia del destino.
Me pidió clemencia, que alguien le devolviera a la vida. No era yo la indicada, y se quedó allí tirado en la vía.
Tú, chiquilla del vestido rojo, soñabas con salir de aquí, recorrer el mundo. Ver cómo vuelan los pájaros en Portugal, la risa de un niño alemán y cómo se enamora la gente en París.
Ahora sólo te preocupa tapar las cicatrices de tus alas cortadas, de ver como cada mañana se refleja el paso del tiempo en tu cara; la tez más pálida, las ojeras más marcadas.
Te empeñas a vivir en la madrugada, entre poemas de Neruda y Machado, perdida en el desvanecer de las horas.
El amanecer llega, y con él, otro día diáfano, si por ti fuera, engañarías al Sol,con el vuelo de tu vestido rojo, para que se escondiera.
-¡Sal de ahí, revélate de una vez! (Te dije)
-Cállate, no sabes nada. (Me dijiste. A continuación, te prendiste un cigarro, me miraste con desprecio y volviste a retomar la frase.)
-No, no sabes nada. La revolución de un corazón roto no tiene valor ninguno, cuando una parte de ti no tiene esperanza de resurgir en la batalla. (Con esto concluiste y un recuerdo te resbaló por la mejilla)
En ese momento, clavé tus ojos con los míos, conseguí encontrar mi voz e intenté atar un par de palabras:
-Cuando una historia desvanece en el lastre de un recuerdo, no te aferres a la tempestad de un corazón marchito, no te escondas en la soledad de la lluvia de abril, que la tristeza y la derrota no te calen los huesos. Y jamás dejes que la flor de tu espíritu se deshoje, viva en el ayer y muera en el olvido.
Me miraste, no con los mismos ojos, y saliste corriendo hacia el horizonte.
No, no fui detrás de ti. Y ahora me pregunto:
-Chiquilla del vestido rojo, ¿que habrá sido de ti?
-¿Seguirás siendo invierno o ya habrá florecido la primavera en ti?