Se abre el telón y comienza esta tragicomedia, el duelo entre amor y odio, pasión e indiferencia, celos y alcohol.
¡Sentaos! Pues la función ha de comenzar.
...
Primer acto.
Me rozas con tus dedos como si fuera las teclas de un piano, y en la desnudez de mi cuerpo, me construyes un traje de caricias. "Agarrate que vienen curvas." -Me cantas al oído.
Y es entonces cuando empiezo a notar las turbulencias, la boca se me seca, las risas se comen el silencio, las gargantas se rompen las pupilas se dilatan como si de éxtasis se tratara, y sí, era algo así. El piano hace un crescendo, escalas que suben y bajan, respiraciones acompasadas, calderones de felicidad, repeticiones, armonía de besos, intervalos de placer. Negras, corcheas, notas graves, notas agudas, sostenidos y bemoles, hasta llegar a la cadencia perfecta, y de ahí a "Da capo sin fin."
Segundo acto.
Monotonía, rutina, sonrisas cosidas, lágrimas de plástico y besos sin terminar.
Encerrando dudas en alcohol, quemando esperanzas y fumando oportunidades. Escapadas a lugares desconocidos, aterrizajes en otros cuerpos dibujando corazones en la espalda, saltando de lunar en lunar. Sentirnos queridos, queridos a medias.
Duelo de miradas, los celos vuelan, la tensión corta las respiraciones, el deseo hace saltar los sentimientos.
Paso a paso rompemos la distancia que nos separa.
Metros, centímetros, milímetros reconciliación.
Tercer acto.
Interludios interminables, entremeses trágicos, pupilas encharcadas. Traje de mentiras, desconfianza autoritaria, utopías.
Un eclipse perpetuo oculta nuestro sol, no más clímax, excusas para emborracharnos, borrachos con excusas.
Ahora, peleas constantes, esquelas diarias, vacíos existenciales, stand by. Portazos y caras largas, rimmel corrido y barba desaliñada. Perdida de apetito, perdida de tus besos, de los mios, de los nuestros. Fe perdida, Dioses ateos, ateos creyentes. Perdí tu bandera queriendo conquistar otra cima, y tú, perdiste mi anarquía queriendo soñar con una patria de otro ombligo.
Milímetros, centímetros, metros, kilómetros, fin.
Entremés.
Huyo lejos de aquí, la locura aumenta, mecánica esquizofrénica, besos de alquitrán, gritos sordos, desesperación. Me disparan desprecio, y yo, entro en una espiral de pastillas para no soñar y alcohol de lagarto. Voces en mi cabeza, fuera de aquí, ¡FUERA!
¿Quien me está llevando de los brazos?
¡Soltarme, soltarme!
Los ojos me pesan, de fondo el ruido del tráfico, no siento el cuerpo. Quiero paz.
¿Último acto?
Una luz blanca de hospital me deslumbra, su tintineo hace aumentar mis nervios.
Paredes acolchadas, pelo alborotado, blanco absoluto, camisa de fuerza, correas me cortan la circulación.
¿Dónde estoy? -Grito desconsoladamente-
¡Bienvenida a la realidad!-Responde una voz en off-
...
Se baja el telón, el público como monos de pandereta aplaude sin cesar, y yo en una esquina al final de aquel teatro, me limito a recordar y sonreír al revés, mientras suelto alguna carcajada histérica acompaña de una lágrima, que con carrerilla se posa en mi mejilla.
Las miradas desconcertantes se posan en mi.
¿Qué pasa? ¿Tan mal me sienta la camisa de fuerza?